Carta 166 del Pr Henri Joyeux – 28 de julio de 2017

El estado inmunológico del zigoto humano, más tarde del embrión y finalmente del feto, es muy particular. Es un cuerpo diferente del de su madre. Es como un trasplante para su madre, un trasplante obviamente compatible.

Está rodeado por un tejido (el trofoblasto) que no tiene ninguno de los antígenos de histocompatibilidad clásicos, pero que expresa otro antígeno, llamado HLA-G, descubierto en 1996 por Edgardo D. Carosella, un inmunólogo francés del equipo del Premio Nobel Jean Dausset.

Este antígeno desempeña un papel crucial en el desarrollo del embarazo porque evita que las células naturales asesinas de la madre (células NK “Natural Killer”) debiliten la construcción del cuerpo embrionario.

Se trata del funcionamiento de la inmunidad innata que es una «defensa inmediata y general, que no se dirige específicamente a un germen infeccioso y no memoriza su identidad», descubierta en 1996 por el francés Jules Hoffmann y que le valió el Premio Nobel en 2011.

Para el Comité Nobel, este descubrimiento «ha abierto nuevas vías para el desarrollo de la prevención y para las terapias contra infecciones, cánceres y enfermedades inflamatorias».

La ciencia, en particular la medicina, no es algo inamovible. La investigaciones alimentan el progreso. Sin embargo para progresar, también debemos someternos a la autocrítica para revisar los logros y cuestionar las certezas que a veces se erigen en los dogmas…  tanto más cuando estas certezas pueden surgir de la intuición de investigadores entusiastas.

Una única y primera célula está en el origen de todo nuestro cuerpo.

La unión de un solo espermatozoide del padre con un óvulo de la madre, contiene todo el potencial de esta larga serie de órganos y tejidos que se renovarán día tras día hasta los 100- 120 años.

Al mismo tiempo, el sistema inmunológico se va construyendo para que, desde el nacimiento, pueda reaccionar a los antígenos del entorno del recién nacido.

Toda construcción requiere energía y materia. La energía, como veremos, son los glúcidos y algunos lípidos. La materia está constituida por los minerales (sodio, potasio, calcio, fósforo, magnesio, silicio, etc.), aminoácidos, unidos entre sí formando proteínas, asociadas o no a las grasas, en forma de metalo-lipo-proteínas. Todo esto es transmitido por la madre a su hijo a través de la placenta.

La construcción del niño en el seno materno requiere, por lo tanto, buenos hábitos alimenticios de la madre y una circulación sanguínea que proporcione una buena presión y oxigenación a la placenta, que es una placa intermedia entre la madre y el niño.

Los glóbulos de la sangre del niño no son los de la madre. Sus glóbulos rojos, portadores de oxígeno, son de suma importancia: son fabricados primero por el saco «vitelino» [1], y luego por el hígado (desde la quinta semana de vida intrauterina) y, finalmente, por la médula ósea. Los glóbulos blancos y las plaquetas se preparan al mismo tiempo antes de pasar al torrente sanguíneo.

En el útero, el bebé se forma y crece [2] en el líquido amniótico.

El bebé se encuentra en un ambiente estéril: sin el mínimo microbio. En el útero, los bebés son totalmente estériles tanto dentro de sus cuerpos y como en su piel. No recibe ningún antígeno que lo perturbe, pero sí recibe los anticuerpos protectores de su madre.

El bebé es protegido contra las infecciones a través de su madre de 2 maneras:
1- con protección inmunológica necesaria proporcionada a través de la sangre del cordón umbilical. Por la placenta, a través del cordón umbilical pasan todas las inmunoglobulinas (anticuerpos) de la madre necesarias para la protección del niño.

2- con el líquido amniótico y las membranas amnióticas que son una como una cavidad inmunológica en el que se desarrolla el bebé. El líquido amniótico es a la vez nutritivo y protector. Además, estimula el desarrollo de los pulmones y el tracto digestivo porque es «inhalado» y «tragado» por el feto.

El líquido amniótico es obviamente estéril y su composición cambia durante el embarazo. Su contenido es bien conocido [3]. Contiene plasma sanguíneo materno durante el primer trimestre del embarazo. Desde el segundo trimestre, también contiene orina (principalmente), líquido pulmonar y desechos digestivos estériles.

La orina fetal

Durante su vida intrauterina, el feto bebe pequeñas cantidades de líquido amniótico y sus riñones comienzan a funcionar a las 8 semanas de la concepción. Sus riñones ya producen orina a partir de las 12- 14 semanas. Así, en el segundo trimestre del embarazo, la producción de orina es de 110 ml / kg; más tarde de 190 ml / kg y finalmente e de 700 a 900 ml / 24 horas.

La orina fetal se convierte gradualmente en la principal fuente de líquido amniótico.

Poco antes del nacimiento, ⅘ partes del líquido amniótico es la orina del niño y el tracto digestivo es su principal lugar de reabsorción.

El líquido pulmonar del feto.

Los pulmones también desempeñan un papel importante, como segunda fuente de líquido amniótico, durante los últimos 5 meses de embarazo. Producen 200-400 ml / 24 horas es decir el 10% del peso fetal.

Residuos digestivos

El tracto digestivo del embrión (hasta los 2 meses), del feto (hasta los 9 meses), y del bebé al nacer es estéril. Produce el meconio [4] que se encuentra en el líquido amniótico y que será evacuado en el nacimiento. Además, el feto traga líquido amniótico y en la última etapa llega a tragar 700 ml al día.

A través de la placenta, por el cordón umbilical [5]

Todas las inmunoglobulinas de la madre, los anticuerpos necesarios para la protección del niño, pasan a través de la placenta.

Pero el sistema inmunológico propio del niño se establece tempranamente durante el desarrollo del embrión (0-2 meses) y del feto (3-9 meses).

Por lo tanto, las células sanguíneas están presentes desde una fase muy temprana durante la vida intrauterina, ya desde primer mes.

El diseño del embrión humano comienza 2 semanas después del final de la última regla.

A partir de la segunda semana de vida, la placenta se desarrolla y el embrión recibe la sangre de su madre por difusión a través del saco o bolsa de desarrollo vía la placenta. Esta última se construye con el desarrollo embrionario y a partir de él. Los grupos sanguíneos de la madre y el niño son diferentes, puesto que su genética se debe a la mezcla materno-paterna.

A las 3 semanas se pone en marcha la circulación de la sangre con el cordón umbilical: este proceso se llama angiogénesis o construcción de vasos sanguíneos. Se desarrolla en el hígado, luego en el bazo, la médula ósea, los músculos – entre ellos el corazón-, resaltando la importancia de los órganos de nuestro cuerpo.

A partir de la tercera semana, el corazón del embrión late a un ritmo dos veces mayor que el del adulto.

A las 8 semanas -en el segundo mes-, cuando el embrión pasa a ser un feto, ya encontramos células inmunitarias (Natural Killer) en el hígado. Estas se diferencian en la médula ósea y luego pasan por el timo, a partir de la décima semana.

A las 12 semanas, en comparación con la proporción de los linajes T4 o CD4 [6] a T8 o CD8 [7], es notable que su importancia en términos de inmunidad es comparable a la de los niños adultos. . Por supuesto, la proporción T4 / T8 es normalmente mayor que 1. En los pacientes con virus del SIDA, esta relación está relacionada con la importancia de la inmunodeficiencia y el riesgo de complicaciones infecciosas.

A las 16 semanas -en el cuarto mes-. los linfocitos son capaces de defenderse específicamente contra un posible antígeno, pero todavía son «ingenuos» y tienen poca memoria.

A las 20 semanas -en el quinto mes-, la capacidad de los glóbulos blancos (fagocitosis y bactericida [8]) está activa. Al nacer, el número de glóbulos blancos alcanza rápidamente los valores del adulto.

La baja producción de anticuerpos por parte de los linfocitos B y de la inmunoglobulina G (IgG) al nacer, se compensa lógicamente con el paso activo a través de la placenta de la IgG materna, que comienza en el tercer trimestre.

Esta compensación del final del embarazo es obviamente muy baja en el bebé prematuro, que está particularmente expuesto a infecciones bacterianas, incluso si está vacunado [9].

Al nacer, el recién nacido desarrolla un aumento característico de los linfocitos en su sangre. Desde el primer año de vida, el número absoluto de linfocitos T CD4 (65%) y CD8 es superior a la del adulto. Estas proporciones reflejan sus capacidades inmunitarias.

En la enfermedad más grave que afecta al sistema inmunitario, el SIDA, esta proporción colapsa, comenzando con una inversión.

Al nacer, aunque  los linfocitos del recién nacido sean “ingenuos”, no dejan de desempeñar su papel. A medida que entran en contacto con los antígenos que los rodean, se van activando, van a producir anticuerpos y adquiriendo memoria. La inmunidad ya se activa.

Por el contrario, al nacer y después de nacer, el nivel de inmunoglobulina (Ig) sintetizada por los linfocitos B es muy bajo. La producción aumenta gradualmente hasta alcanzar el nivel del adulto en el cuarto año de vida. A los 2 años de edad, esta producción ya lo protege, el sistema inmunitario está establecido, es capaz de producir los anticuerpos y memorizar las agresiones. Este es el momento perfecto para vacunar al niño contra enfermedades realmente peligrosas.

La IgG materna desaparece gradualmente durante los primeros meses de vida, lo que explica la hipogammaglobulinemia transitoria en lactantes a los 6 meses de edad aproximadamente.

Resumiendo: un niño adquiere su madurez inmunológica alrededor de los 2 años de edad.

La lactancia materna es la mejor vacuna después del nacimiento

La leche materna: una vacuna natural.

El sexto mes de vida del bebé es el momento del primer destete de la lactancia exclusiva, que según las recomendaciones de la OMS se puede continuar durante un año parcialmente, por la mañana y por la noche, antes y después del regreso del trabajo de la madre. .

Pero mucho antes de los 6 meses -a partir de la sexta semana de vida-, el imperio de las vacunas y nuestros gobernantes proponen -y quieren imponer-, las vacunas múltiples  Hexavalentes, y otras 5 vacunas más con respectivos sus recordatorios. Estas vacunaciones no están exentas de peligro en estas cortas edades.

Como se observa científicamente en la medicina veterinaria, puede haber competencia entre los anticuerpos maternos y los anticuerpos que induce la vacunación. La consecuencia es una «tormenta inmunológica» en el bebé cuyos efectos aún son mal conocidos, pero que pueden ser muy graves: hipertermia maligna, convulsiones, o trastornos neurológicos con consecuencias impredecibles que preocupan a las familias.

Paradójicamente, a pesar de que en la mayoría de vacunas la eficacia y la seguridad están probadas, la medicina y la ciencia no saben exactamente cual es realmente el funcionamiento y no estudian sus efectos inmunitarios a medio y largo plazo.

Mientras que para cualquier fármaco que sale al mercado se imponen largos estudios farmacocinéticos y de toxicidad  para conocer la evolución y los efectos en el cuerpo de las moléculas inyectadas, para las vacunas estos estudios no son obligatorios.

Por lo tanto, para las vacunas no se fija un tiempo definido para las personas evaluadoras de riesgos; apenas se señalan los casos de enfermedades observadas o no después de una u otra vacuna.

No olvidemos que las 11 vacunas que se quieren imponer, sin mencionar sus recordatorios, inyectarán al bebé (de entre 6 semanas y 6 meses), casi 3 mg de aluminio que no pintan nada en el cuerpo humano y que solo pueden causar daño en  su cuerpo a más o menos largo plazo.

La propaganda de vacunas está en pleno apogeo y durante este tiempo, ni una palabra, ni un programa, ni un artículo aconsejando la lactancia materna. ¿Acaso la lactancia es únicamente recomendable para las mujeres de África, a pesar de ser tan útil para la salud  de los bebés?

Comprobamos con frecuencia, y cada vez más, que los  los intereses financieros dominan sobre los beneficios para la salud. Estos últimos se exponen obviamente sin pruebas sólidas, “medicando las emociones” para poder adelantar así el momento de la vacunación a fechas cada vez más próximas al nacimiento. Estos son los abusos en los que se basan los argumentos de los anti-vacunas, de los que yo no formo parte.

Todos lo pediatras lo saben: en total, el sistema inmunológico del niño necesita 1000 días desde la concepción para desarrollarse. Es decir el tiempo del embarazo -aproximadamente 270 días- y 2 años de 365 días.

Así, a la edad de 18-24 meses, el sistema inmunológico del niño puede considerarse maduro. De hecho, la “Sabiduría de la Ley” (Sagesse de la Loi) en Francia, hizo obligatoria la vacunación contra la difteria-tétanos-poliomielitis antes de los 18 meses.

No dude en compartir esta carta con todos los padres que esperan un hijo y con todos aquellos que planean tenerlos.

No se trata de estar en contra de las vacunas, sería estúpido y peligroso, sino en contra del abuso y las vacunas demasiado precoces.

Esperamos que todo esto pueda reconciliar a los anti-vacunas y a quienes las quieren imponer.

 

Cordialmente,

Henri Joyeux

 

FUENTES

[1] Una reserva de materia nutritiva para el desarrollo del embrión.

[2] A los 2 meses y medio (10 semanas de embarazo), el pequeño ser humano no mide más de 3 centímetros. Su cuerpo está formado, y uno identifica fácilmente su cabeza, los dedos de su manos y pies, y su sexo.

[3] Un líquido complejo compuesto de agua, minerales, glucosa, lípidos (lecitina / esfingomielina) para el desarrollo de los pulmones y el cerebro, proteínas bactericidas y células epiteliales descamadas que pertenecen al feto.

[4] El meconio proviene del griego meconio, que significa «jugo de amapola». El término proviene del hecho de que estas sustancias viscosas, verdosas o parduzcas se parecen al jugo de amapola.

El meconio también es pegajoso, viscoso, verdoso o pardo o incluso negruzco, e inodoro. Es expulsado por el recién nacido en general de manera abundante. El meconio es el líquido amniótico ingerido que sale transformado por el extremo del tracto digestivo.

[5] La sangre del cordón umbilical, que contiene dos arterias y una sola vena de retorno, es un portador de células madre de potencial múltiple pertenecientes al niño. Se pueden guardar tras el parto para ser utilizados en caso de posibles enfermedades. Estas células del cordón son a menudo más efectivas que las escasas células de la médula ósea.

[6] Las CD4 (cúmulo de diferenciación 4 o cluster of cuadruple differentiation, en inglés) son glicoproteínas expresadas en la superficie de las células T4, de las células reguladoras T, de los monocitos, de los macrófagos y de ciertas células dendríticas. Estas son células auxiliares, (Helper en inglés). Son amplificadoras de la respuesta inmune, y son destruidas primero por el virus del SIDA.

[7] Los CD8 (grupo de diferenciación 8) son linfocitos supresores y / o citotóxicos («Killer», asesinos). Evitan ciertas reacciones y pueden matar las células cancerosas. Necesitan las CD4 para actuar.

[8] Capacidad para fagocitar o absorber lo tóxico, y también para destruir las bacterias.

[9] Vea el libro: « Toute la vérité sur les vaccins–Comment se réconcilier avec les vaccinations ? p. 230 »  – Ed Rocher 2017 – La inmunización de bebés muy prematuros ha dado lugar a más complicaciones infecciosas y respiratorias que a los efectos preventivos esperados.

 

 

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